Un corazón valiente

«Estaba en posesión de un físico privilegiado, impulsado por un corazón valiente que la empujaba siempre en busca de la victoria»
El Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz, queremos rendir homenaje a Josefa Chávarri, una de las pioneras del deporte español, Medalla de Plata al Mérito Deportivo y, para nosotras, la tía Pepa.
Este no es un homenaje al uso, porque Pepa Chávarri —su nombre de «guerrera deportiva»— no fue una mujer al uso. Ya en los años veinte, mientras muchas mujeres apenas podían elegir qué hacer con su vida, ella rugía por Madrid en su moto —una Soriano de ruedas gordas— anunciando que venía alguien que no pensaba pedir permiso.

«[...] He sido una mujer que lo fácil lo he dejado a un lado y, en cambio, me he acercado a lo dificultoso, a lo que yo creía que podía proporcionarme momentos en los que la imaginación y el cerebro tenían que trabajar».

Practicó con distintos deportes, pero fue en el tenis donde dejó huella. Durante más de dos décadas, se mantuvo en lo más alto. Debutó en 1927, con solo 16 años, plantando cara a las campeonas de la época.

No practicó la hípica porque no le gustaba doblegar la voluntad de un animal, ni la natación porque no sabía respirar bien en el agua. Tampoco la velocidad, porque era una mujer sensata que no quería arriesgarse en la carretera, aunque, según contaba, con su Seiscientos de vez en cuando hacía alguna escapada solo para poder pisar el acelerador…
Con lo que sí se atrevió, además del tenis, fue con el esquí y el hockey sobre hierba, alcanzando en ambos la internacionalidad. En las pistas de nieve, llegó incluso a rivalizar con los tiempos de algunos hombres. En los campos de hierba, jugó con el Atlético de Madrid y en el Club de Campo que, en 1930, fue el club impulsor del hockey femenino, y fue capitana de la selección nacional y la referente que guiaba a su equipo hacia el triunfo: jugaba de delantero centro cuando tocaba marcar goles y se colocaba en defensa —incluso bajo los palos— cuando hacía falta defender.
Pepa… Siempre con una boina negra bien calada por su pelo rizado que tenía tanto carácter como ella misma, que llegó a ser tan famosa como la propia Pepa. Pero lo más destacado no fueron sus larga lista de logros deportivos, lo más notable de Pepa fue su manera de estar en el mundo.

«Yo recuerdo que, en las vísperas de los encuentros, especialmente los de tenis individual, me entraban unos nervios espantosos que apenas podía dominar. Luego a base de decirme a mi misma que así no podría ni tan siquiera salir a la pista, lograba imponerme por una razón muy sencilla, y es que estaba educada deportivamente, controlaba mi voluntad»

Pepa fue una deportista que supo «españolear» por el mundo con una raqueta y un stick como embajadora del deporte a lo largo de 40 años de práctica deportiva: «Todo lo hice por gusto, porque me agradaba, aunque, eso sí, defendiendo el nombre de España en cada revés, en cada golpe de stick, en todo momento».
Cris y yo la recordamos perfectamente. Fue una de esas personas que dejan huella. Siempre vestida con el mismo look deportivo, con un aire masculino cuidado: pantalón de pinzas, mocasines, camisa impecable y su pelo rizado, siempre muy corto. Tenía unos ojitos de mirada viva e inteligente, y una sonrisa pícara que reflejaba a una mujer auténtica, valiente, luchadora, libre y, eso sí, ¡terriblemente simpática y divertida!
Hoy, aprovechando este día, queremos rendir homenaje a nuestra tía Pepa y a todas las mujeres que, como ella, vivieron fieles a sí mismas en tiempos en los que eso podía costarles el rechazo, el aislamiento o incluso ser penadas por la ley. Aun así, defendieron sus principios no como mujer ni como deportista, sino como ser humano libre, rompiendo barreras de forma natural y trazando su propio camino.
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