Izaskun Cardoso Sánchez

Conoce a Izaskun
Cardoso Sánchez

Bailarina y enfermera
Nació en Madrid (España)

“La vida sin sueños no tiene sentido”

“Soy enfermera por las tardes y bailarina todo el día. El motoro de mi vida es el ballet, quise bailar desde que tengo uso de razón. Me gusta ayudar a los demás y cuidar al prójimo, por eso, cuando mi vida artística me lo permite, soy enfermera. Dos facetas que a simple vista no tienen nada que ver pero que en mi, van unidas, en una les cuido el cuerpo y en la otra les cuido el alma.”

Izaskun desde muy pequeña tuvo claro que haría lo imposible para lograr su sueño de ser bailarina profesional. Después de mucho trabajo, esfuerzo y de verse en la necesidad de emigrar, lo consiguió y actualmente es bailarina clásica en un teatro de Kaunas (Lituania)

Izaskun creció en la sierra de Madrid, en Collado Villalba donde se inició en el mundo de la danza a la temprana edad de 8 años cuando su madre le inscribió en clases de sevillanas y ballet. Dio sus primeros pasos como bailarina de la mano de Arancha González Albizua, profesora y directora de la escuela que le enseñó disciplina y, sin darse cuenta, marcó su vida y le hizo descubrir su pasión por el ballet.

Desde ese momento se dio cuenta «de que no podía vivir sin bailar». Su familia no dudó en hacer sacrificios para que pudiese asistir a sus clases, a las que no faltaba ni estando enferma.

«Quería ser bailarina. No sabía bien cómo hacerlo, pero sabía que haría lo imposible hasta conseguirlo», recuerda Izaskun. «No fue un camino fácil, en muchas ocasiones sentía que luchaba a contracorriente en una sociedad en la que se subestima el mundo de las artes y, si no estudias una carrera de verdad, no eres nadie.

Tras años de lucha, sacrificio y entrenamiento, pensó que no lo lograría y a sus 20 años tiró la toalla y comenzó a estudiar enfermería. «A pesar de que era una carrera que disfrutaba, sentía que necesitaba bailar, que debía volver a intentarlo» afirma Izaskun. Muchas voces le decían que ya era tarde, ella misma dudó puesto que ya tenía 25 años y todo en su contra, aun así y gracias al apoyo incondicional de sus padres, retomó su pasión.

Iba cinco horas al día a clases de ballet y al terminar se vestía de enfermera y corría por todo Madrid hacia su puesto de trabajo en el hospital, a veces llegaba sin comer o comía por el camino, pero tenía una meta que le hacía latir el corazón, de ahí sacó la fuerza.

Estuve en la escuela de Ion Beitia, donde compartió clases con y escenario con grandes profesionales. Juntos crearon la compañía de ballet de Ion Beitia, donde trabajó en distintos espectáculos.

Nutcracker, como cuerpo de baile, y como solista en el papel de muñeca.
Who caes, como cuerpo de baile.
Paquita, como cuerpo de baile y como solista en la variación de Cupido.

Realizó varias actuaciones como invitada en Fresnedilla de la Oliva y Ávila bailando: Grand pas classique, Hada Lila (bella durmiente) y Tchaikovsky pas de Deux.

A pesar de todos sus éxito, pronto se dio cuenta de que en España tenía poco futuro como bailarina y tuvo que emigrar.

Finalizó sus estudios profesionales de la mano de los maestros Julia Estévez y David Olivier Cadenat en la escuela Madrid Dance Center, que confiaron en ella y le ayudaron a obtener su primer contrato profesional.

Realizó cursos internacionales en Reino Unido, Biarritz, Marsella y con la compañía Netherlands dance center.

En 2019 marchó a Lituania a trabajar en el teatro de Kaunas, donde actualmente forma parte de la compañía de ballet del teatro, bailando operas, operetas y ballets.

También estuvo en Ucrania trabajando con el Royal Russian Ballet en la producción del Lago de los cines.

Izaskun es consciente de lo afortunada que es de tener una familia que la apoya incondicionalmente y que consigue que, a pesar de estar lejos de casa, no se encuentre sola.

Como ella dice, «la vida sin sueños no tiene sentido» y por ello sigue trabajando a diario, entrenando, esforzándose para ser la mejor, para seguir creciendo como bailarina y vivir de lo que ama. Citando a su admirada Isadora Duncan, «si pudiese decirte lo que se siente, no valdría la pena bailarlo.»

Nunca imaginé que detrás de aquel pijama verde, de aquella mascarilla, detrás de aquella mirada prudente, aunque curiosa se escondía el arte, el tesón, la fuerza y la belleza de una bailarina primero de flamenco y después de ballet clásico, así que de repente vi a Izaskun con sus alas desplegadas como gran victoria alada que es. Con increíble generosidad accedió a que yo indagara en su vida, pues su historia, como ella, es preciosa. Le propuse realizar la sesión de fotos y accedió contenta, generosa, aunque con cierta timidez pues creo que ella desnuda su alma en el ballet. He tenido el increíble privilegio de ver a Izaskun a un metro de distancia ponerse en puntas de pie y alzar sus brazos al cielo y puedo decir que es de las cosas más impactantes por la belleza y la fuerza, que he visto nunca.

grracias_dechavarri_blanco

“La vida sin sueños no tiene sentido”

“Soy enfermera por las tardes y bailarina todo el día. El motoro de mi vida es el ballet, quise bailar desde que tengo uso de razón. Me gusta ayudar a los demás y cuidar al prójimo, por eso, cuando mi vida artística me lo permite, soy enfermera. Dos facetas que a simple vista no tienen nada que ver pero que en mi, van unidas, en una les cuido el cuerpo y en la otra les cuido el alma.”

Izaskun desde muy pequeña tuvo claro que haría lo imposible para lograr su sueño de ser bailarina profesional. Después de mucho trabajo, esfuerzo y de verse en la necesidad de emigrar, lo consiguió y actualmente es bailarina clásica en un teatro de Kaunas (Lituania)

Izaskun creció en la sierra de Madrid, en Collado Villalba donde se inició en el mundo de la danza a la temprana edad de 8 años cuando su madre le inscribió en clases de sevillanas y ballet. Dio sus primeros pasos como bailarina de la mano de Arancha González Albizua, profesora y directora de la escuela que le enseñó disciplina y, sin darse cuenta, marcó su vida y le hizo descubrir su pasión por el ballet.

Desde ese momento se dio cuenta «de que no podía vivir sin bailar». Su familia no dudó en hacer sacrificios para que pudiese asistir a sus clases, a las que no faltaba ni estando enferma.

«Quería ser bailarina. No sabía bien cómo hacerlo, pero sabía que haría lo imposible hasta conseguirlo», recuerda Izaskun. «No fue un camino fácil, en muchas ocasiones sentía que luchaba a contracorriente en una sociedad en la que se subestima el mundo de las artes y, si no estudias una carrera de verdad, no eres nadie.

Tras años de lucha, sacrificio y entrenamiento, pensó que no lo lograría y a sus 20 años tiró la toalla y comenzó a estudiar enfermería. «A pesar de que era una carrera que disfrutaba, sentía que necesitaba bailar, que debía volver a intentarlo» afirma Izaskun. Muchas voces le decían que ya era tarde, ella misma dudó puesto que ya tenía 25 años y todo en su contra, aun así y gracias al apoyo incondicional de sus padres, retomó su pasión.

Iba cinco horas al día a clases de ballet y al terminar se vestía de enfermera y corría por todo Madrid hacia su puesto de trabajo en el hospital, a veces llegaba sin comer o comía por el camino, pero tenía una meta que le hacía latir el corazón, de ahí sacó la fuerza.

Estuve en la escuela de Ion Beitia, donde compartió clases con y escenario con grandes profesionales. Juntos crearon la compañía de ballet de Ion Beitia, donde trabajó en distintos espectáculos.

Nutcracker, como cuerpo de baile, y como solista en el papel de muñeca. – Who caes, como cuerpo de baile. – Paquita, como cuerpo de baile y como solista en la variación de Cupido.

Realizó varias actuaciones como invitada en Fresnedilla de la Oliva y Ávila bailando: Grand pas classique, Hada Lila (bella durmiente) y Tchaikovsky pas de Deux.

A pesar de todos sus éxito, pronto se dio cuenta de que en España tenía poco futuro como bailarina y tuvo que emigrar.

Finalizó sus estudios profesionales de la mano de los maestros Julia Estévez y David Olivier Cadenat en la escuela Madrid Dance Center, que confiaron en ella y le ayudaron a obtener su primer contrato profesional.

Realizó cursos internacionales en Reino Unido, Biarritz, Marsella y con la compañía Netherlands dance center.

En 2019 marchó a Lituania a trabajar en el teatro de Kaunas, donde actualmente forma parte de la compañía de ballet del teatro, bailando operas, operetas y ballets.

También estuvo en Ucrania trabajando con el Royal Russian Ballet en la producción del Lago de los cines.

Izaskun es consciente de lo afortunada que es de tener una familia que la apoya incondicionalmente y que consigue que, a pesar de estar lejos de casa, no se encuentre sola.

Como ella dice, «la vida sin sueños no tiene sentido» y por ello sigue trabajando a diario, entrenando, esforzándose para ser la mejor, para seguir creciendo como bailarina y vivir de lo que ama. Citando a su admirada Isadora Duncan, «si pudiese decirte lo que se siente, no valdría la pena bailarlo.»

Nunca imaginé que detrás de aquel pijama verde, de aquella mascarilla, detrás de aquella mirada prudente, aunque curiosa se escondía el arte, el tesón, la fuerza y la belleza de una bailarina primero de flamenco y después de ballet clásico, así que de repente vi a Izaskun con sus alas desplegadas como gran victoria alada que es. Con increíble generosidad accedió a que yo indagara en su vida, pues su historia, como ella, es preciosa. Le propuse realizar la sesión de fotos y accedió contenta, generosa, aunque con cierta timidez pues creo que ella desnuda su alma en el ballet. He tenido el increíble privilegio de ver a Izaskun a un metro de distancia ponerse en puntas de pie y alzar sus brazos al cielo y puedo decir que es de las cosas más impactantes por la belleza y la fuerza, que he visto nunca.

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