El principio de todo

El principio de todo

En una conversación reciente con la dueña y directora de la fábrica de nuestros bolsos en Ubrique, esta maravillosa mujer me dijo “he llamado a tu colección la colección pandemia, pues ha nacido en plena pandemia del covid 19.

Recuerdo un precioso viaje a Ubrique para conocer a esta mujer, la única persona que quiso recibirme con un proyecto pequeño en medio de un mundo de gigantes, el de la fabricación de bolsos de piel en España, grandes y conocidas firmas fabrican allí sus increíbles modelos con todos los medios al alcance, la mejor y más experta tradición en el proceso de la marroquinería… nada hacía presagiar que alguien quisiera recibir a una persona totalmente ajena al mundo de la moda y los complementos, una persona de un mundo tan dispar al suyo como la medicina… Efectivamente, nadie excepto ella me abrió sus puertas. Cuando nos sentamos a hablar ella me dijo “hazme creer en tu proyecto”,

Supe inmediatamente el tipo de mujer que era, una mujer decidida, y muy muy comprometida, pude verlo en sus ojos, alguien que le pone corazón a su trabajo y la valentía de implicarse en un pequeño proyecto, cuando menos humilde en su concepción pero, un proyecto con alma.

Claramente entendí que se trataba de una mujer que necesitaba darle sentido y ponerle mucho sentimiento a su trabajo sin lugar a dudas. Yo sabía que tenía que darle más que un proyecto, más que un bolso hecho en papel y un listado de ideas, algunas ingenuas y grandilocuentes, más que números…sabía que tenía que conquistar su alma de mujer, cosa que no fue difícil pues la conexión con ella fue casi inmediata, las dos sabemos lo que nos conmueve y por lo que merece la pena luchar. Si, yo le daría un sentido al proyecto y ella le pondría alma a los bolsos.

Le conté un pequeño proyecto con el que contribuir con una increíble organización con la que viajo a Camerún a tratar de aportar algo en un mundo tan desigual, tan injusto, tan devastador con tantos inocentes. Le conté el proyecto, no sólo de contribuir económicamente, también con la idea inicial de, entre jornadas quirúrgicas, acudir a los mercados donde venden sus coloridas telas y traer algo de allí para tener presentes a sus gentes cuando volviéramos de regreso al primer mundo, fomentar aunque humildemente el mercado interno de allí y usar las telas como complementos de nuestros bolsos.

Le hablé de un proyecto hecho por mujeres y para mujeres, le hablé de dejar una estela de valores para las mujeres más jóvenes que vienen por detrás, unos valores que hoy más que nunca parecen desvanecerse, de la importancia de prepararse a fondo en una profesión, de dignificar el trabajo y sus vidas poniéndole pasión y esfuerzo a todo lo que lleven a cabo.

Y llegó la pandemia del covid 19 y con ella fuimos conscientes como nunca antes habíamos sido de la fragilidad del ser humano, y el miedo inundó nuestros hogares, la incertidumbre de la muerte nos caló hasta el último hueso, el desamparo de los que se iban en soledad, la frialdad y la oscuridad de la noche se apoderó de nuestras vidas, nuestros proyectos, nuestras ilusiones y la crueldad de una enfermedad desconocida se hizo dueña de nuestro mundo, un mundo, que sabíamos no era perfecto, pero que quizá en la comodidad de nuestras vidas en el mundo occidental, vivíamos con la distancia de quien ha tenido la suerte de nacer en un lado más amable. Aquí estábamos muriendo y sufriendo todos, habíamos perdido el control de la situación por completo.

Como médico anestesista viví los peores momentos de la pandemia en primera línea, algunos días hablaba con ella, esa mujer con la que unos meses antes habíamos compartido una agradable comida hablando de proyectos de ilusiones y de un mundo mejor, como si de dos buenas amigas se tratara, y de repente estábamos al teléfono yo contándole los horrores de aquellos días en el hospital y ella relatándome con pena y miedo las inmensas dificultades que vivían en su fábrica, creo que nació un vínculo entre las dos, nuestro proyecto tendría que aplazarse, como tantos otros, tocaba sobrevivir y en mi caso además tratar de que otros sobrevivieran, no sabíamos si recuperaríamos nuestras vidas tal y como las habíamos dejado, ni siquiera si seguiríamos siendo los mismos, o si seguiríamos siendo, solo sabíamos que había que seguir adelante y luchar, una lucha que mantuviera la esperanza y la ilusión, pues era lo más necesario. Nuestro proyecto de bolsos de trabajo para mujeres quedó relegado en algún rincón recóndito de mi cabeza y de la fábrica que luchaba por salir adelante en medio del caos, pero no murió, se fue gestando en forma de ilusión, la ilusión de recuperar la salud del mundo y la esperanza en que al final, la vida prevalecería.

Cierto día tras el primer confinamiento, ella me dijo, tu colección ha nacido en la pandemia, yo la llamo la colección pandemia así que obviando que el nombre es espantoso me gustó la idea de que la esperanza y la ilusión que habíamos mantenido aquellos meses, no la dejaríamos morir y que quizá ese debería ser nuestro estandarte para el resto de nuestras vidas.



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